24/03/2024

Querido Abba, Padre amado, seas bendito en los cielos y en la tierra, en tu trono y en el corazón de cada ser humano. Eres el Dios altísimo que desciende a nosotros en forma de pan y vino en la sagrada eucaristía. ¿Cómo consolar a aquellos que lloran? ¿Cómo aliviar el dolor de una madre que pierde a un hijo, de una esposa que queda viuda por la guerra, de aquel atrapado en las garras de la droga y llora desesperado por encontrar una salida, del enfermo con un destino marcado, del solitario abandonado por familiares y amigos, del corazón destrozado por un amor perdido, del maltratado por un ser querido o por alguien en autoridad sobre él? ¿Cómo secar las lágrimas de un niño que lo pierde todo en la guerra?

Querido hijo mío, jardinero de las almas,

En cada instante de la vida, un mar de lágrimas se vierte en todo el mundo. Lágrimas impregnadas de dolor, odio y frustración. Lágrimas desconsoladas que brotan al desvanecerse los sueños construidos en la mente de cada individuo, al sufrir la pérdida de seres queridos y al sufrir o presenciar las malas acciones que unos cometen contra otros.

Sin embargo, ninguna de esas lágrimas se pierde en vano; todas son recogidas con cuidado para ser transformadas en un bálsamo de consuelo, paz y alegría que se derramará sobre cada persona. Estas bendiciones se otorgan a aquellos que han aprendido a desterrar el odio de sus corazones y a perdonar a quienes les han hecho daño. Aquellos que eligen perdonar la desdicha con amor recibirán multiplicado el amor de un Dios que se regocija en ellos y con ellos. Es en este acto de perdón y amor donde se encuentra la verdadera redención y la fuente de la felicidad eterna.

Escucha bien, querido discípulo, si anhelas convertirte en el portador del bálsamo de la paz, debes seguir estos sabios consejos:

Primero, recuerda que es esencial validar los sentimientos de dolor y enojo de aquellos que han sido heridos antes de abordar el camino del perdón. Permitirles expresar sus emociones les brindará la oportunidad de sanar las heridas emocionales que los aquejan.

Luego, te insto a cultivar la empatía en su corazón. Deben aprender a ver las situaciones desde la perspectiva del otro, comprendiendo las motivaciones que hay detrás de las acciones dañinas. Solo así podrás fomentar la comprensión y el perdón.

No olvides nunca la importancia de perdonarse a si mismo. Reconocese y liberarse de cualquier culpa que pueda sentir en su corazón. Practica la autocompasión como parte esencial del proceso de sanación.

Además, enseña que el perdón no implica justificar las acciones dañinas ni olvidar lo sucedido, sino desprenderse del peso del resentimiento y hallar la verdadera libertad emocional.

Recuerda también compartir relatos inspiradores de personas que han perdonado situaciones difíciles. Estos ejemplos mostrarán cómo el perdón puede ser un poderoso motor de liberación y renovación.

Explora con ellos cómo el acto de perdonar beneficia no solo a quienes reciben el perdón, sino también a quienes lo otorgan. El perdón es una senda hacia la sanación y la paz interior.

Y por último, brinda un apoyo inquebrantable a lo largo de todo el proceso de perdón. Recuérdales que este viaje es personal, requiere tiempo y esfuerzo, pero que al final del camino encontrarán la paz y la sanación que tanto anhelan.

Siguiendo estos consejos y creando un entorno de comprensión y apoyo, podrás ayudar a aquellos que han sido dañados a encontrar el camino hacia el perdón y la sanación.

Te dejo esta historia para que lo recuerdes:

En una vereda olvidada, donde el viento susurraba historias de soledad y abandono, una pequeña semilla fue arrastrada por caprichosas corrientes hasta posarse en la tierra reseca y olvidada. La semilla, diminuta y desapercibida, se aferró con fuerza a su nuevo hogar, decidida a florecer a pesar de las adversidades.

Los días pasaban y la semilla, con tenacidad y determinación, extendía sus raíces en la tierra árida y sedienta. Las lágrimas que brotaban de sus ojos verdes regaban la tierra con una pureza sanadora, nutriéndola con ricas sales de esperanza y renovación.

Con cada lágrima derramada, la semilla crecía en fuerza y vitalidad, transformándose en un arbusto robusto y majestuoso que desafiaba las inclemencias del entorno. Sus ramas se alzaban con orgullo hacia el cielo, sus hojas brillaban con un verde intenso que reflejaba la luz del perdón y la aceptación.

La semilla, ahora convertida en un fuerte arbusto, miraba con gratitud el camino que la había llevado desde la humildad hasta la plenitud. Había perdonado su historia de abandono y desvalorización, comprendiendo que su verdadero valor residía en su capacidad de crecer y florecer a pesar de las circunstancias adversas.

Y así, en aquella vereda olvidada donde el viento soplaba historias de desolación, el arbusto se erigía como un símbolo de resiliencia y perdón. Sus raíces se aferraban con firmeza a la tierra regada por sus lágrimas, recordando a todos que el perdón y la aceptación de uno mismo son las llaves que abren las puertas hacia la plenitud y la autovaloración.

En cada rincón de la vereda resonaba el eco de la historia de la semilla que, con sus lágrimas como agua sanadora, había florecido en un arbusto fuerte y radiante, recordándonos que en la aceptación y el perdón reside la verdadera grandeza del espíritu.

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