04/02/2024

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Hablar con la divinidad es una tarea que ha intrigado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. ¿Cómo podemos comunicarnos con lo trascendente, con lo sagrado, con aquello que está más allá de nuestra comprensión racional? Esta es una pregunta que ha llevado a muchos a buscar respuestas a través de la meditación, la oración, los rituales y diversas prácticas espirituales. Sin embargo, ¿es realmente necesario recurrir a las palabras para establecer esa conexión con lo divino?

Recientemente, tuve la oportunidad de presenciar una hermosa escena que me hizo reflexionar sobre esta cuestión. Junto a mi discípulo, seguí a una pareja de ancianos que paseaba por el parque. Iban tomados de la mano, disfrutando de la serenidad del entorno y compartiendo momentos de silenciosa complicidad. Nos sentamos cerca de ellos, observando cómo se detenían frente a un estanque para contemplar a los patos. Seguían de la mano, se miraban a los ojos y se sonreían con una ternura que irradiaba una profunda conexión.

Fue en ese instante que mi discípulo me preguntó: «Maestro, ¿cómo podemos hablar con la divinidad? ¿Cómo podemos expresarle nuestros anhelos, nuestras dudas, nuestros agradecimientos?». Mi respuesta fue sencilla pero llena de significado: «Cuando los corazones se aman, no se necesitan palabras. Los dos corazones son un mismo corazón y su acción es conjunta y en unidad en cada instante».

Aquella pareja de ancianos me enseñó una lección invaluable sobre la comunicación con lo divino. A través de su gestos, sus miradas y su complicidad, demostraron que el amor verdadero trasciende las barreras del lenguaje. En su silencio compartido, encontraron una forma de conexión que va más allá de las palabras.

Hablar con la divinidad no siempre requiere de largas plegarias o discursos elaborados. A veces, basta con abrir nuestro corazón y permitir que el amor fluya en su estado más puro y genuino. La divinidad no se encuentra solo en los altares o en los libros sagrados, sino también en los momentos cotidianos de conexión auténtica y profunda.

Así que, querido discípulo, te invito a reflexionar sobre esta enseñanza. La próxima vez que busques comunicarte con lo divino, recuerda que el amor es un lenguaje universal que trasciende las limitaciones de la palabra hablada. Abre tu corazón, cultiva la compasión y permite que tu conexión con lo sagrado se manifieste a través de tus acciones y tu presencia consciente en el mundo.

Que esta lección nos inspire a buscar la comunión con lo divino más allá de las fronteras del lenguaje, recordando que el amor es la llave que abre las puertas del entendimiento más profundo y significativo.

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